Hoy traigo un artículo de reflexión para reivindicar por una profesión tan necesaria para la sociedad como infravalorada, aprovechando que hoy es el día del dietista y del dietista-nutricionista. Creo que estamos infravalorados porque todos comemos y creemos que sabemos sobre alimentación. En consecuencia, cuando necesitamos consejo sobre este tema, primero recurrimos a multitud de personas que no son especialistas en esta área desde el influencer / coach de turno hasta internet, ese ente dónde podemos encontrar de todo, otra cosa que lo que encontremos tenga evidencia científica.
Sin embargo, en los últimos años nos ha tocado reinventarnos, comenzando a divulgar en los medios digitales donde las personas buscan esa piedra filosofal para solucionar el problema que tengan relacionado con su alimentación. Algunos de los nutricionistas más reconocidos, como Marian García (@boticariagarcia), Carlos Ríos (movimiento realfooding) o Aitor Sánchez (@midietacojea) han allanado el camino a los que hemos comenzado después.
Porque en la actualidad hay muchos más profesionales divulgando para dar herramientas para comer más saludable, vamos ejercer esa labor pedagógica de reeducación alimentaria. El problema viene porque ,no solo basta con divulgar sobre alimentación saludable, es necesario tomar medidas a nivel gubernamental para acabar con la pandemia del siglo XXI, relacionada con nuestros hábitos de estilo de vida, que no es la COVID19, sino el sobrepeso y la obesidad, concretamente la que están sufriendo más del 40% de los niños y niñas de nuestro país, según los últimos resultados del estudio Aladino. Aquí no acaba el problema, sino que el 90% de los padres de estos niños, no son conscientes de él, que afecta principalmente a las familias con pocos recursos económicos. De hecho, el ministerio de consumo lanzo una campaña donde conjugo estos dos problemas sociales, la pobreza y la obesidad, denominándolo pobresidad.
Y ¿Qué se puede hacer al respecto?
En primer lugar, se trata de un problema muy complejo de resolver y conlleva la cooperación de diferentes instituciones como los ministerios de consumo, sanidad y educación, entre otras muchas. Algo bastante complicado si le añadimos la situación económica que estamos sufriendo, como consecuencia de la pandemia que nos ha revolucionado a todos los niveles este 2020.
En segundo lugar, el poder de algunas industrias de productos malsanos o ultraprocesados que realizan dos estrategias comerciales bastante cuestionables como son la publicidad engañosa y el etiquetado confuso. Aunque según palabras, del ministerio de consumo se está trabajando para avanzar en esta área. Personalmente soy bastante escéptica porque esta industria tiene muchísimo poder y lleva muchos años haciendo lo que le da la gana, con el código PAOS, que les permite autoregularse, algo realmente ilógico porque, como cualquier industria, no va a perjudicarse económicamente por el bien de la población, como cualquier negocio busca lucrarse y en este caso con un alto coste para nuestra salud.
Además, a raíz de ver la serie Emily en Paris me surgió esta reflexión sobre los intereses de otras industrias para beneficiarse de esta situación, como la industria farmacéutica o la sanidad privada, que quiere su parte del pastel. Si la gente padece enfermedades como diabetes es más provechoso para estas industrias comercializar los medicamentos o los servicios, que no todo el mundo puede permitirse, para paliar el problema, pero, donde queda la ética.
En tercer lugar, la inexistente presencia de la figura del dietista o dietista-nutricionista en sanidad y educación. El problema viene a que se considera un gasto adicional para el sistema sanitario y no como una inversión de futuro, pues podemos contribuir para paliar y disminuir la prevalencia e incidencia de algunas enfermedades que conllevan un alto coste en nuestro sistema sanitario. A este respecto, hay que recalcar que sería muy interesante estar presentes de algún modo a nivel educativo, como asignatura obligatoria o realizar campañas educativas promovidas por el ministerio de educación, donde todos puedan acceder a ellas.
En definitiva, queda mucho camino por recorrer pero si algo nos ha enseñado la vida en los últimos meses, o te reinventas o estas avocado al fracaso. Sin duda los dietistas y dietistas-nutricionistas pertenecemos al primer grupo, seguimos luchando contra viento y marea, y aportando nuestro granito para mejorar la salud de la sociedad.
Me gustaría terminar con dos reflexiones dedicadas, por un lado a todos los profesionales, dietistas y dietistas-nutricionistas, y por otro lado, a la población general.
La dedicada a mis compañeros de profesión la he extraído al escuchar el himno de Operación triunfo 1. Porque somos diferentes pero nos une la pasión por la alimentación y por dar las herramientas a la población para comer mejor.
Y a la población transmitirles que alimentarse de forma saludable no es tan complicado si te aportan las herramientas adecuadas para ti. Y lo más importante el cambio empieza en ti y tu debes de ser el motor para convertirte en experto en tu alimentación.